Pinotepa Nacional, Oaxaca.- La cultura de la negritud en la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca se manifiesta en sus formas de organización, expresiones orales, una rica cultura gastronómica; medicina tradicional, así como conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo. La música y las danzas tienen un papel preponderante en la integración de las comunidades afromexicanas, entre ellas están: la Danza del Toro de Petate y sus Vaqueros, Danza de la Tortuga, el Son de Artesa y la Danza de los Diablos.
En la Costa Chica las expresiones músico dancísticas tradicionales son transmitidas de generación en generación a partir de la tradición oral y cuentan una historia no escrita, invisibilizada, “lo musical forma parte inherente del ciclo vital colectivo e individual: formas celebratorias, festivas y rituales rompen el semblante de lo cotidiano para recordar la propia historia, configurar identidades y tejer lazos sociales entre otros importantes roles”.
En estas comunidades la celebración de Día de Muertos resalta la parte más festiva de la comunidad, es literalmente “Fiesta de Todos-Santos” en la que tradicionalmente se representa la Danza de los Diablos, las más conocidas son las de Cuajinicuilapa y El Quizá, en Guerrero, así como las de Collantes, La Boquilla Chicometepec, Santiago Llano Grande, San Juan Bautista Lo de Soto, en Oaxaca.
A pesar de tener similitudes entre ellas, cada comunidad le confiere características y significados particulares; para los danzantes es motivo de orgullo y pertenencia participar en la misma. Durante la representación una veintena de Diablos son comandados por un Tenango, Terrón, o Diablo Mayor, según la tradición de cada comunidad, y un personaje de características femeninas (casi siempre es representado por un hombre) denominado coloquialmente como “Minga” diminutivo de María Dominga.
En la mayoría de las comunidades la música es interpretada por un ensamble compuesto de armónica, charrasca (quijada de burro o caballo) y un instrumento al que se le atribuyen antecedentes africanos denominado bote, arcuza o tigrera; que es elaborado con un bule (calabazo) cuya boca es forrada con cuero de venado, en el centro se suspende una vara tratada con cera de monte, la cual se fricciona mediante la mano para transmitir las vibraciones a la membrana y al cuerpo del instrumento, en el caso particular de Lo de Soto la música es interpretada por un ensamble de trompeta y tarola.
San Juan Bautista Lo de Soto, es un municipio ubicado en la microrregión de La Llanada de la Costa Chica Oaxaqueña, el corazón de la negritud y que, de acuerdo con los resultados del censo de 2020, es el municipio con mayor proporción de personas afrodescendientes del país, donde el 95.7% nos identificamos como personas negras, afromexicanas o afrodescendientes.
La Danza de los Diablos de San Juan Bautista Lo de Soto es reconocida como una de las mejores de la región por la espectacularidad de sus máscaras y la fuerza de su zapateado, a pesar de que los puristas, entre ellos el “Comité de Autenticidad de la Guelaguetza”, continuamente cuestionan la ausencia del bote y la no uniformidad de sus atuendos, dado que lo ven como espectáculo y no como ritualidad y ancestría.
En la comunidad es una tradición, aunque nadie sabe con certeza cómo llegó a estas tierras, ni por qué se baila en la fiesta de Todos Santos en honor a los muertos, pero tampoco se lo cuestionan dado que se toma como algo intrínseco al ser soteño, como algo natural. “Cuando yo nací los Diablos ya eran Diablos, aunque muy diferentes a los de ahora” narra en entrevista don Alejandrino Clemente, de 99 años; que la danza siempre ha sido representada en Día de Muertos y en un principio sólo se hacía en el Barrio Abajo, pero en ese entonces había mayor compromiso y más disciplina. La música era interpretada con violín y bote y que éstos fueron sustituidos por la trompeta y la tarola cuando fallecieron los músicos originales. De igual manera el vestuario ha cambiado, antes salían con ropa común, y lo que los hacia Diablos era la máscara.
Recuerda que hacia los años cuarenta, cuando él participó, la Minga no formaba parte de la danza de los Diablos, ese personaje era característico de la Danza del Toro de Petate y sus vaqueros; y sustituyó a la Diabla que era el personaje femenino de la danza, éste era interpretado por un hombre vestido de mujer con trenzas y máscara similar a la de los Diablos. Y comenta con picardía: “a mí me gustaba salir de Diabla para limpiarle los mocos a las muchachas”.
Ofelio Clemente, de 85 años, recuerda con nostalgia algunas otras danzas o elementos de las mismas que se han perdido, “Se murió Tío Chico y se acabó la Danza del Elefante, el cual era elaborado con vara y petate, pero ya tiene más de 50 años que desapareció, también había una danza de animalitos”.