De acuerdo con un informe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), aproximadamente el 48% de los migrantes internacionales son mujeres, y muchas de ellas se encuentran en una situación de particular vulnerabilidad.
En América Latina, por ejemplo, las mujeres migrantes que atraviesan México en su ruta hacia los Estados Unidos enfrentan un alto riesgo de violencia. La OIM estima que hasta el 60% de las mujeres migrantes que viajan a través de la región han sufrido algún tipo de abuso, que va desde violencia sexual hasta explotación laboral.
Uno de los mayores riesgos para las mujeres migrantes es la trata de personas. Según el Departamento de Estado de los Estados Unidos, la trata de mujeres con fines de explotación sexual es una de las formas más comunes de tráfico en el contexto migratorio.
Las mujeres que migran solas o con niños son especialmente vulnerables a ser captadas por redes de trata, ya que a menudo carecen de recursos y están en situaciones de desesperación. Se estima que más de 70% de las víctimas de trata mundialmente son mujeres y niñas.
El contexto social y legal también juega un papel crucial en la exposición de las mujeres migrantes a estos riesgos. En muchos países, la legislación migratoria punitiva y la criminalización de la migración irregular aumentan la vulnerabilidad de las mujeres al miedo de ser detenidas o deportadas, lo que las impulsa a no denunciar abusos por temor a represalias. La falta de documentación y la inseguridad laboral también limitan su capacidad para escapar de situaciones de violencia.
La violencia de género, la trata, la discriminación y la falta de acceso a servicios son solo algunos de los peligros que enfrentan. Abordar estos riesgos requiere políticas migratorias más inclusivas, servicios de protección y asistencia específicos para mujeres, y un enfoque integral que considere las realidades particulares que enfrentan las mujeres en situación de migración.