En las regiones costeras de Guerrero, Oaxaca y Veracruz generalmente se encuentra la población afromexicana, aunque representan una pequeña proporción de la población, su historia, cultura y contribuciones son fundamentales para entender la riqueza del tejido social del país.
De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI, aproximadamente el 1.2% de la población en México se identifica como afrodescendiente. Sin embargo, las cifras específicas sobre las mujeres afromexicanas son escasas, lo que refleja una falta de visibilidad y reconocimiento de su identidad. Esto es preocupante, ya que las mujeres afromexicanas enfrentan desafíos únicos que se entrelazan con su raza, género y clase socioeconómica.
Las mujeres afromexicanas son particularmente vulnerables a la desigualdad social y económica. Según estudios realizados por organizaciones como la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), las mujeres afrodescendientes suelen tener menos acceso a la educación y a empleos formales, lo que perpetúa ciclos de pobreza.
En áreas rurales, la falta de infraestructura y servicios básicos agrava esta situación. Un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) resalta que el 70% de las mujeres afromexicanas en comunidades rurales se encuentran en situación de pobreza.
La violencia de género es otro aspecto crítico. Datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) indican que las mujeres afrodescendientes son más propensas a ser víctimas de violencia doméstica y feminicidios. Esto se debe a la confluencia de discriminación racial y de género, lo que dificulta la denuncia de estos crímenes y el acceso a la
Organizaciones como la Red de Mujeres Afrodescendientes de México trabajan para visibilizar sus derechos y promover políticas que aborden la desigualdad estructural. La participación en estos movimientos ha permitido a muchas mujeres afromexicanas encontrar voz y agencia en la lucha por sus derechos.
Las mujeres afromexicanas son un grupo que encarna la riqueza cultural y la complejidad social de México. A pesar de enfrentar múltiples desafíos, su resistencia y capacidad de organización son fundamentales para el avance de sus derechos. Reconocer y visibilizar su historia y aportes es crucial para construir una sociedad más justa e inclusiva, donde todas las voces sean escuchadas y valoradas.