“Víctor Hugo describe magistralmente la intolerancia hacia la mentira en Los miserables: ‘¿Pequeña mentira? ¿Mentira inocente? ¿Existe acaso? Mentir es lo absoluto del mal. Mentir poco no es posible; el que miente, miente en toda la extensión de la mentira’” (1). El cargo de ministra del pueblo ¡no existe!, y decir eso es una patraña, una vil mentira. La persona que miente es una mentirosa. La descripción le viene, como dijera el clásico AMLO, “como anillo al dedo” a la ministra de la Suprema Corte Lenia Batres Guadarrama. Un ministro es en esencia un juez. Un juez no empuña el mallete para quedar bien con alguna de las partes en el litigio. Está para impartir justicia mediante la resolución de problemas jurídicos basada en el caudal de pruebas arrimadas por los contendientes al sumario con apoyo en silogismos jurídicos, nunca por simpatías. Sin ambages, un togado no está para gustar de la gente, sino para asegurar que los justiciables, personas físicas o morales, hagan efectivo su derecho humano de acceso a la justicia consagrado en el artículo 17 de la Constitución federal. Lo he dicho, lo volveré a repetir: el oficialismo está destruyendo nuestro sistema de justicia. La justicia por tómbola, como de manera grotesca lo instrumenta Morena y sus cómplices en el Senado, equivale a las “ordalías” o “juicios de Dios”, métodos de prueba física utilizados en la Edad Media para determinar la verdad o la inocencia de una persona mediante la intervención divina (2). Solo falta que, ante tal aberración de elección judicial para este 2025, un peticionario de amparo tope, en medio de su futura necesidad ante un abuso de autoridad, con la frase lapidaria de Víctor Hugo: ‘¡Adorables emboscadas de la Providencia!’ (3)
(1) Martínez Selva, José María. La ciencia de la mentira. Paidós. 2024. Ciudad de México. ISBN 978-607-569-790-01.
(2) Un tipo común de ordalía era el combate, donde se creía que Dios ayudaría al combatiente que decía la verdad.
(3) Hugo, Víctor. Los Miserables. Edimat Libros. Madrid. ISBN 978-84-9794-532-5.