OAXACA, Oaxaca (EA) — Como si la historia se repitiera, el gobierno de Oaxaca volvió a responder con violencia a una protesta social. Este 8 de marzo, elementos de la policía estatal reprimieron con gas lacrimógeno y balas de goma a las asistentes a la marcha feminista en el Zócalo de la capital. La orden, denunció la organización Consorcio Oaxaca, vino directamente del gobernador Salomón Jara Cruz.
En videos difundidos en redes sociales se observa a policías disparando desde la azotea del Palacio de Gobierno contra las manifestantes, sin importar que entre ellas había niñas, mujeres con discapacidad, adultas mayores y familias enteras.
“Se demuestra una vez más que para el Estado los derechos de las mujeres no importan. De nada sirve el discurso oficial cuando en Oaxaca sabemos que la primavera no ha llegado”, denunciaron colectivas feministas.
Las protestantes, indignadas por la violencia sistemática y la falta de justicia para las víctimas de feminicidio y desaparición, derribaron las vallas metálicas que protegían el Palacio de Gobierno y la Catedral Metropolitana. Algunas intentaron incendiar las puertas como símbolo de hartazgo. La respuesta fue brutal: gases y balas de goma arrojados sin piedad.
Pero más allá de la represión, lo que sigue generando indignación es la falta de justicia. Oaxaca es uno de los estados con mayor número de mujeres desaparecidas y casos de feminicidio. Tan solo en los últimos años, más de 200 de mujeres han sido víctimas de desaparición forzada sin que las autoridades den respuestas a sus familias. Miles de denuncias por violencia de género quedan archivadas, mientras el miedo y la impunidad se siguen normalizando.
Las pintas en paredes y monumentos, que tanto escandalizan a algunos, son el grito de desesperación de quienes han sido ignoradas por el Estado. No son un capricho ni un acto de vandalismo sin sentido, sino una denuncia visible en un país donde la justicia es ciega y sorda ante la violencia de género. Cada palabra escrita en esas paredes representa a una mujer que no ha regresado a casa, a una madre que busca a su hija, a una niña que creció con miedo.
En las calles del Centro Histórico quedaron frases que lo dicen todo: “Vivas nos queremos”, “Oaxaca feminicida”, “Ni una más”, “Soy menor y víctima de la Secretaría de la Mujer”.
Yésica Sánchez Maya, activista y defensora de derechos humanos, denunció que el gobierno estatal utilizó patrullas con sirenas encendidas para intimidar a las manifestantes.
La pregunta que resuena tras la represión es la misma que han hecho feministas en todo el país: ¿Les indigna más una pared rayada o un vidrio roto que la vida de cientos de mujeres desaparecidas y los miles de casos de violación archivados?