Los reportajes de Pro Publica y de The New York Times sobre presuntas informaciones que apuntan a posibles relaciones entre narcotraficantes y personas cercanas al círculo inmediato del actual presidente Andrés Manuel López Obrador durante 2006 y cuando éste ya ocupaba el cargo son ruidos de un rio caudaloso y turbio.
Suenan y seguirán sonando con un propósito: descarrilar a la autoproclamada Cuarta Transformación y a su eventual heredera, Claudia Sheinbaum. No son gratuitos, menos aun cuando para proferir tales acusaciones se avienta la versión sin ofrecer evidencia alguna. Para sus perpetradores basta el golpe, intentando que le audiencia compre los dichos como si estos se tratasen de un acto de fe.
Los arboles no crecen hasta el cielo. Todo lo que sube, baja. De eso puede dar testimonio el expresidente de Honduras Juan Orlando Hernández, actualmente preso en una cárcel de Estados Unidos acusado de importación de cocaína y delitos conexos con armamento, quien está a la espera de que le sea dictada su sentencia el próximo 26 de junio.
Entre la historia personal del hondureño y la de Andrés Manuel hay vasos comunicantes: ambos se dijeron calumniados, ambos arremetieron con ferocidad en contra de los medios de comunicación que adelantaron las versiones, ambos —se dice— recibieron millones de dólares procedentes del narcotráfico para financiar sus actividades políticas.
Uno ya está en prisión, el otro en medio de la vorágine, a tiro de piedra de sus adversarios que no pierden la oportunidad de fustigar a su familia, persona e investidura. De resultar ciertas las versiones periodísticas, además de un hecho vergonzoso, sería absolutamente catastrófico para un movimiento que ofreció no mentir, no robar y no traicionar. Sería el acabose de Claudia. Sería la lápida de Morena.
No pasa desapercibido que, el imperio norteamericano tiene una perversidad que nunca duerme, por lo que es previsible que de aquí al final de su presidencia no le den un momento de paz al inquilino de Palacio Nacional, y cuando ya no esté al frente del Ejecutivo federal, quien sabe si le permitan disfrutar sus años de retiro en libertad.
¡Cuidado! El que hoy no haya un investigación abierta no quiere decir que mañana los norteamericanos no la vayan a iniciar. Porque cuando el rio suena, agua lleva. Te lo digo Juan para que lo entiendas Andrés Manuel.