Las perlas pueden ser naturales o cultivadas, de agua dulce o salada, y, de acuerdo al tipo de ostra, la zona y el tiempo de formación, se pueden obtener variantes completamente diferentes entre ellas, lo que les otorga su valor único e incomparable.
Para que se formen, es necesario introducir en la concha de un molusco un organismo diferente al suyo, provocando que éste reaccione y comience a cubrir la partícula con capas de nácar que poco a poco forman piezas preciosas.
Las especies más valiosas son también conocidas como calabazo, destacan por ser las perlas más grandes y perfectas, pero también las más escasas, pues además de su gran tamaño, su lustre posee numerosas capas de nácar, lo que incrementa su durabilidad y su precio de venta.
Durante años, las perlas han sido sinónimo de elegancia, pureza y prestigio, incluso en algunas culturas asiáticas son consideradas símbolos de divinidad y poder.
Esta gema de belleza natural, brillo profundo y figuras peculiares, es una de las piedras preciosas más codiciadas para adornar la feminidad y la delicadeza. La importancia de una perla se determina por su forma, color, lustre y tamaño, al igual que por su calidad, superficie y nácar.