En el primer párrafo del capítulo II de su obra “Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime”, Manuel Kant expuso que “la amabilidad es la belleza de la virtud”.
Sí, es cierto: “la cortesía y la finura son bellas”. Ni duda cabe. Afirmar lo contrario sería, además de temerario, atentatorio de la recta y correcta razón.
Por ello, escapa a mi comprensión cómo un “venerable anciano” como Epigmenio Ibarra es capaz de arremeter con tal virulencia en contra de una candidata presidencial.
Su nivel de adjetivación contra Xóchilt Gálvez es insultante, da la impresión de que vive y respira para vituperarla y de paso soliviantar a sus odiadores.
Un botón de muestra: en una reciente entrevista con Ciro Gómez Leyva calificó a la hidalguense de esperpento, parafraseando la creación literaria que Ramón María del Valle-Inclán hiciera en 1921 sobre la deformación de la realidad con la acentuación de rasgos grotescos.
Según el pensamiento de Ibarra, solo Claudia Sheinbaum detenta la verdad, solo ella obra con justicia, solo ella es la opción más sensata para gobernar a México. En las antípodas, Epigmenio sostiene que Xóchilt es poco menos que una monstruosidad.
Que equivocado está. La política no precisa de improperios porque ésta no florece en los insultos. La política es debate, es altura de miras, es verdad y argumento, es persuasión con la fuerza de la razón.
Infausta es nuestra realidad que con protagonistas de esta calaña se construye una narrativa basada en la diatriba, que como inmundicia infecta el de por si enrarecido ambiente electoral.
Este 2024, será, por desgracia, el año teratológico del sistema político mexicano. No, lo dicho no es un recurso retorico excesivo. Si no se salva el debate no habrá mucho que quede por rescatar después de los comicios del 2 de junio próximo.
La teratología es el cruce de la embriología y la biología, es el estudio de lo monstruoso, es en lo que se convertirá nuestro sistema político si no se pone un alto al odio que trastorna la mente de los ideólogos de uno y otro bando.
Es urgente que eliminemos el rencor de la contienda electoral, llevando calma a la situación, sin reaccionar exageradamente. Si todos, ciudadanos y políticos, no asumimos esta responsabilidad cargaremos con la culpa de haber extinguido una democracia que pudo haber funcionado para la felicidad de un pueblo.
A querer o no, Claudia es una científica con experiencia en el servicio público, tal como Xóchilt lo ha sido en los diferentes espacios que la vida le ha permitido ocupar. Ni una ni otra merecen insultos, menos sobrenombres. Los epítetos denigran la política.
Con dedicatoria Epigmenio Ibarra: ¡sereno moreno! Como he leído sus columnas sé que hay mucho más en su intelecto que solo agravios. Le vendría bien buscar entre las vastas experiencias que la vida le ha obsequiado para compartirlas con sus lectores u oyentes, pues no le sienta bien hacerla de factótum.