Con la conclusión y puesta en operación de la autopista Oaxaca-Costa el presidente Andrés Manuel López Obrador hizo historia. Tras 16 años de espera, los oaxaqueños ahora contamos con una vía de altas especificaciones que garantiza las mejores condiciones de transitabilidad en cualquier época del año.
En el caso concreto de los 104 kilómetros del corredor Barranca Larga-Ventanilla, la obstinación presidencial cumplió a pie y juntillas el apotegma que en su tiempo espetó Nicolas Maquiavelo, que hay virtudes que si se siguen se vuelven vicios y vicios que si se continúan se convierten en virtudes”.
En sus Cartas a Lucio, el filósofo Seneca, escribió que no se puede tener todo lo que se quiere: “lo que podemos hacer es no querer lo que no tenemos y servirnos alegremente de lo que se nos ofrece”. ¡Cuánta razón tenía el estoico!
En la actualidad, la autopista recién inaugurada hace posible que, en 2 horas y media, aproximadamente, transitemos de la capital hacia la Costa y viceversa. Desafortunadamente, muchos interpretan estas condiciones como una insinuación para meter el acelerador a fondo.
Eligen correr como alma que lleva el diablo, pagando con sus vidas, integridad corporal o con su patrimonio el precio de semejante imprudencia. Porque una cosa si es segura, nadie ha podido, al menos que yo sepa, volver de entre los muertos o superar incólume algún quebranto de salud después de un accidente vial.
Los datos aportados por la Policía Vial del Estado sobre la siniestralidad en la entidad durante las vacaciones de Semana Santa revelan que, en 89 casos pudo más el frenesí de los usuarios que la recta y correcta razón, el saldo: 48 heridos y 7 fallecidos.
¿Había alguna necesidad de convertir las vacaciones de semana mayor en un viacrucis? ¿Por qué alguien cambiaría las lágrimas de felicidad que aportan los buenos momentos en familia por sollozos que acarrean las tragedias? No pretendo prejuzgar, pero la verdad no lo entiendo.
Con todo, podemos afirmar que ninguna carretera es peligrosa, son los usuarios quienes la convierten en una trampa mortal. Nadie gana una presea por batir la velocidad de operación de una carretera; lo más que se obtiene es una muerte segura.
Hagamos buen uso de la autopista Barranca Larga-Ventanilla y de toda la infraestructura carretera. Respetemos los límites de velocidad. Atendanos las recomendaciones de las autoridades de vialidad. Eso hará que nuestra probabilidad de regresar a casa sanos y salvos sea muy alta, porque nadie esta ajeno de una eventualidad.