El timorato y el vividor
Entre son peras o manzanas, en cualquier mercado de Oaxaca o del mundo quien roba de famélico va a dar a prisión como criminal común. Ya será la autoridad ministerial o jurisdiccional la que resuelva su soltura con apoyo en la evidencia que demuestre su extrema necesidad.
Si esa es la regla general, ¿quién le concedió la excepcionalidad al dirigente del Consejo de Comunidades Indígenas de la Sierra (COCISS), Josías Ramos Ruiz? ¿Por qué sus huestes saquean sin rubor y a plena luz del día un camión cargado de pollos en pie sin que la autoridad aplique la ley?
¿De qué privilegio goza esta punta de malhechores? ¿qué maldición estamos pagando los oaxaqueños para que nuestro infausto destino sea soportar a estas marabuntas?
Esta mañana, con total impunidad los dirigentes de esa “organización social” —adictos a la dadiva oficial— volvieron a hacer de la suyas y no hubo fuerza policial que les marcara el alto o las capturara con las manos en los pollos. Vamos, que por lo menos los reprehendiera.
Nicolas Maquiavelo escribió en El Príncipe que, hay virtudes que si se siguen se vuelven vicios y vicios que si se continúan se convierten en virtud.
La tolerancia de las autoridades policiales de los tres niveles ya alcanzó excesos criticables. Los llamados a la paz y a las negociaciones que ofrece la Secretaría General de Gobierno, un día sí y el otro también, son como el popote: por un lado, les entra y por el otro les sale.
Llegamos al punto en que hasta las propias autoridades confunden la virtud del diálogo hasta el grado de convertirla en el vicio de la impunidad. Mientras tanto, el pueblo sufre, y no hablo del pueblo en abstracto, me refiero a las amas de casa, a las tortilleras, a las tamaleras, a las vendedoras de guisados, por citar algunas; quienes encima que tienen que cargar con sus bultos, deben pagar un pasaje más para llegar a su destino.
Siempre se ha pensado que la fuerza pública es un vicio del poder, pero no, es la última ratio de la política social del Estado para la protección de los bienes jurídicos más importantes frente a los ataques más graves que puedan sufrir. Así, si se sigue este rigor, el uso de la fuerza pública para disuadir a los rijosos se convierte en una virtud.
Lo asustante es que, el tal Josías Ramos Ruiz está a punto de convertirse en presidente municipal de San Juan Ozolotepec, cuyas arcas con toda seguridad llegará a saquear, tal como esquilmó al camión de pollos en pleno crucero del aeropuerto sin que nada ni nadie se lo impidiera.