En obras como Confesiones (1) y La Ciudad de Dios, San Agustín de Hipona (354-430 d.C.) advirtió sobre el daño que las palabras maliciosas pueden causar. Consideraba la maledicencia un pecado porque fomenta el juicio, la mentira y la división en la comunidad cristiana. Para el teólogo, el lenguaje debía ser una herramienta para edificar y guiar hacia la verdad, no para atacar o difamar. Además, vinculaba la maledicencia con el orgullo y la falta de humildad, instando a los cristianos a ser conscientes de sus palabras y a actuar con caridad.
San Agustín también reflexionó profundamente sobre los deberes de los sacerdotes. Aunque no escribió un tratado exclusivo sobre el tema, sus sermones y escritos delinean principios claros sobre las responsabilidades de quienes se consagran al servicio pastoral. Según él, los sacerdotes deben predicar la palabra de Dios, no sembrar discordia; ser ejemplos de vida santa, no de diatribas; cuidar a su comunidad, no fomentar odios; y mantener una vida de oración y cercanía con Dios, nunca usar palabras para herir en lugar de construir.
A la luz de estos principios, los comentarios de Alejandro Solalinde Guerra sobre Isabel Miranda de Wallace, al calificarla como la “anti mujer”, lo colocan en una posición contraria a la responsabilidad sacerdotal. Sus declaraciones lo convierten, simbólicamente, en un “apóstol del demonio”. El capellán de Palacio Nacional, durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, quebrantó la visión agustiniana de que todo acto sacerdotal —ya sea predicar, corregir o consolar— debe estar guiado por el amor a Dios y al prójimo.
No pretendo defender a la fallecida Isabel Miranda de Wallace ni juzgar sus motivaciones o acciones. Esa labor corresponde a las instancias legales y no a este espacio. Sin embargo, lo que afirmo es que la publicación de Solalinde en X, a propósito de su muerte, es inaceptable para un eclesiástico. Practicar la maledicencia contradice los frutos de una vida espiritual activa: la paz, la paciencia, la bondad y el amor. En lugar de usar sus palabras para construir y elevar, Solalinde las empleó para desmoronar y sembrar encono, lo que contradice su propósito pastoral y, en cambio, lo acerca las tinieblas demoniacas.
(1) San Agustín. Confesiones. Editorial Gredos. 2010. Madrid, España. ISBN: 978-84-249-1505-6
(2) San Agustín. La Ciudad de Dios. Editorial Gredos. 2022. Madrid, España. ISBN: 978-84-249-3955-7