El arresto del intocable secretario de la Defensa Nacional en el sexenio de Enrique Peña Nieto, Salvador Cienfuegos Zepeda, cuando se disponía a abordar un taxi tras su arribo al aeropuerto de Los Ángeles, enciende los fuegos de la desconfianza y amenaza la continuidad de la Cuarta Transformación.
El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, ha insistido en que la calumnia cuando no mancha tizna, que el descredito erosiona la solvencia moral de la instituciones, y tiene toda la razón.
El oprobio que atenaza al mando militar detenido en la unión americana es un escándalo que cimbra los cimientos de la institución castrense y de paso complica la inminente sucesión de Alfonso Durazo al frente de la secretaría de Seguridad Pública Federal, quien aspira a contender por la gubernatura de su natal Sonora en los comicios del próximo año.
No cabe duda de que la coyuntura es la menos al propósito en un entorno tan hostil al interior del gobierno de la cuarta transformación, porque tan enfrentados los “puros” contra los “moderados” dentro del gabinete, los primeros buscan descarrilar al jefe de los segundos, Marcelo Ebrard Casaubon, de la carrera por la grande.
Según la visión de los “puros” -radicales de cepa- el jefe de los “moderados”, el Canciller convertido en vicepresidente de facto, debe asumir la titularidad de esa hidra de mil cabezas llamada Secretaría de Seguridad.
Con los cien fuegos del infierno caldeando la credibilidad de la milicia, muy poco margen tiene el presidente López Obrador para echar mano de un general y colocarlo al frente de la vacante que dejará en un mes el actual secretario.
Los problemas de seguridad en el país siempre auguran cataclismos, en esta materia nuestro país esta prendido, literalmente, de alfileres, y haga lo que haga este gobierno no podrá revertir la inercia por su forma tan obtusa de combatir al crimen.
Es innegable que ni Andrés Manuel ni sus fieles desataron el infierno, pero si han avivado sus fuegos, y en un entorno de crisis, sin un clara estrategia, cualquiera que llegue estará condenado a fracasar, porque este gobierno, el de los abrazos, el de la acendrada tozudez, no ha medido, no ha pesado, ni ha reconocido los defectos de su fallida política de seguridad.
Enviar a Ebrard Casaubon, el más aplicado del gabinete de la 4T hasta ahora, a esa tierra de castigo y sangre, seguramente precipitaría su caída. Sería como hacerles el favor a los “puros” y franquearle el paso a Claudia Sheinbaum en su aspiración por la presidencia de la República.
Acostumbrados a desmantelar lo que tocan, ahora los “puros” enfilan sus fuegos y afinan sus ruegos -en el altar del “señor de palacio”– para que la coyuntura la haga el flaco favor a Ebrard Casaubon y descarrile sus aspiraciones.
Lo sucedido con el general Cienfuegos Zepeda en Estados Unidos, además ilustrar los podrido del sistema, el estado fallido que el gobierno de Peña Nieto negó hasta la saciedad, ahora plantea una seria encrucijada para este gobierno, de cómo apagar los cien fuegos del infierno que la voracidad de un hombre encendió y que denigra el prestigio del Ejército mexicano.