MADRID (EA) — El “miedo al futuro” es la fuerza impulsora del populismo que se extiende globalmente, afirma el politólogo y académico español Fernando Vallespín en una entrevista con El Financiero.
Un futuro incierto
A diferencia de tiempos pasados, “el futuro ya no es visto como un paraíso esperado, sino como el lugar donde se acumulan todas las pesadillas”, señala Vallespín, director de la Revista de Occidente y catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid. El autor de “La mentira os hará libres. Realidad y ficción en democracia” y “El futuro de la política” argumenta que el éxito del populismo radica en prometer un retorno a un mundo perdido con fronteras seguras y cohesión cultural.
Creciente malestar
Durante más de una hora, Vallespín explicó al periodista Pablo Hiriart que el “malestar” es la palabra clave para entender el fenómeno. La identidad de Occidente, históricamente ligada al progreso y crecimiento económico, ahora enfrenta un futuro distópico. “Hoy, la gente sale a las calles no para ganar derechos, sino para no perder los que tiene”, indicó.
Pesadillas contemporáneas
Vallespín enumeró las preocupaciones modernas: los jóvenes enfrentan menos derechos y pensiones inciertas, un mercado laboral más competitivo, el cambio climático, tecnologías dominantes, y amenazas de potencias autoritarias como Rusia y China. “El primer mundo ya no es el primero; la cultura occidental es solo una más”, afirmó. Además, advirtió sobre la competencia con países como China y Corea del Sur en áreas como la inteligencia artificial y el desarrollo tecnológico.
Divisiones sociales
El profesor mencionó una distinción entre los jóvenes de “todas partes” y los de “algún lugar”. Los primeros son globalmente competitivos, mientras que los segundos están anclados a sus lugares de origen. “En los años sesenta y setenta, se invertía en educación para los jóvenes, pero ahora los gobiernos protegen a los votantes mayores, en detrimento de la juventud”, comentó Vallespín.
Populismo y globalización
El voto populista refleja una sociedad dividida por la globalización. Las clases medias en Estados Unidos y Europa están estancadas, excepto los sectores conectados globalmente que han prosperado. “Los votantes de Le Pen en Francia, por ejemplo, provienen de regiones empobrecidas. Se sienten estancados y humillados ante sectores más competitivos, generando resentimiento”, explicó.
Buscando culpables
El malestar busca chivos expiatorios, y la migración se posiciona como principal preocupación en Europa. Los partidos populistas proponen soluciones que muchas veces sacrifican valores democráticos y derechos humanos. Vallespín destacó el caso de Suecia, que enfrenta altos índices de asesinatos mafiosos cometidos por grupos que han explotado su régimen de libertades.
Retos para la política
Vallespín concluyó que los partidos de centro derecha o izquierda no deben adoptar agendas xenófobas, ya que no son creíbles y no logran atraer votos populistas. La izquierda, afirmó, está desorientada, enfocándose en valores woke en lugar de apoyar a su base tradicional de trabajadores necesitados, quienes ahora se inclinan por la extrema derecha debido a sus valores conservadores.