Cuando Jesús Zambrano Grijalva, líder moral del Partido de la Revolución Democrática, soltó en la presentación de la ‘Alianza Va por México’ que “Morena es un gigante con pies de barro y es plenamente derrotable”, me recordó la anécdota de quien fuese el Jefe Máximo de la Revolución Mexicana, don Plutarco Elías Calles.
Sobreviviente de una era en la que los fusiles resonaban más que las ideas, Calles se instaló como el poder hegemónico por sobre las instituciones. Sintiéndose incontestable, entre 1928 y 1934 manipuló a los presidentes Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez, pero olvidó que los árboles no crecen hasta el cielo.
Resuelto a no ser un títere más, al llegar a la presidencia en 1934, Lázaro Cárdenas derrocó la influencia de Elías Calles, lo envío al exilio y puso fin al Maximato.
Viene a cuento este fragmento de la historia nacional, porque Andrés Manuel López Obrador parece haber olvidado que no hay victorias eternas ni derrotas permanentes. Que en política nada está escrito.
Decía el filósofo Heráclito de Éfeso que nadie se baña dos veces en el mismo río. Y mucho de razón se encuentra en estas palabras cuando entendemos que el voto de la gente es dinámico, que lo que hoy es, mañana no.
Cuando el 53 por ciento de las 56 millones 611 mil 27 personas que votaron en las elecciones federales de 2018 lo elevó a la suma dignidad que ostenta, jamás le escrituró a López Obrador la silla del águila.
En la contienda de 2021, el tabasqueño no estará en la boleta, al menos no directamente. Pero todo apunta a que gravitarán en el ambiente sus programas paternalistas, operados por una gavilla de delincuentes electorales enmascarados como servidores de la Nación.
Un día sí y al otro también, el inquilino de Palacio Nacional denigra a sus adversarios, calificando a su alianza como un acto profano que revela con meridiana claridad la existencia del inicuo y mítico PRIAN, sin recordar que no hace mucho merodeaba las praderas de la oposición y se servía de esas mismas tácticas.
El autor de la ‘Cuarta Transformación’ deja de lado que todo tiene un límite, hasta la paciencia del ‘pueblo bueno y sabio’ que lo ha cobijado como hasta ahora.
Mas allá de la dádiva populista y la operación soterrada de sus acólitos, no hay una plataforma electoral seria de cara a las campañas de 2021, y su partido, el Movimiento de Regeneración Nacional, cada día se parece más aun amasijo de tribus que a una fuerza electoral homogénea con propuestas creíbles.
Así que, en el año por venir seremos testigos de un fenómeno morboso, de una contienda electoral en dos vías: la de los insultos (por parte del gobierno en turno) en lugar de las propuestas, y la de la operación fraudulenta desde el aparato de poder; todo con tal de asentar el dominio del tabasqueño, aunque éste repita ad nauseam que nada es como antes.
Esa será su única alternativa, la coacción del voto a través de la dádiva populista avalada por la reciente reforma al artículo 4º constitucional, más la promoción del ‘pater familia’ a través de la homilía mañanera y las supuestas bondades del nuevo régimen, aunque el desempleo, la crisis económica rampante, la del coronavirus con sus 119 mil 309 muertes y contando, la de seguridad que de acuerdo con las proyecciones del propio gobierno lopezobradorista alcanzará los 40 mil 863 asesinatos para el cierre de 2020 y la pérdida de confianza de la inversión privada, auguren un pésimo año 2021 para México.
Si la coalición parcial electoral de los partidos Acción Nacional, Revolucionario Institucional y de la Revolución Democrática, apuntan bien en la selección de sus candidatos teniendo como seguro norte a los fríos números, podrán derrotar al presidente López Obrador y su partido, Morena.
Se trata de quitarle las llaves de la aplanadora legislativa a un gobierno que lo ha cambiado todo sin importar cuan comprometida quede la estabilidad del país en aras de su propio proyecto nacional. Porque nada es para siempre y la 4T no es invencible.