Lambiscón
El cara dura de Arturo Zaldívar Lelo de la Rea fue balconeado por el presidente Andrés Manuel López Obrador en su mañanera del miércoles, 21 de febrero, al aceptar que intervino “respetosamente” en las decisiones del Poder Judicial cuando éste fungió como ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
A querer o no esa es la amarga, sumisa y tiste realidad de su ejercicio al frente del alto tribunal. Según el mandatario federal, el ahora paje de la candidata presidencial oficialista Claudia Sheinbaum Pardo hizo las veces de halcón amenazante.
La infidencia tempranera de López Obrador exhibió de cuerpo entero la zalamería de un juzgador obsequiosamente indigno, capaz de torcer la vara de la justicia con tal de satisfacer los apetitos absolutistas del inquilino de Palacio Nacional.
No es que los mexicanos no hayamos conocido con antelación de estas groseras intromisiones en tiempos del priato, sino que con la llegada de la moralizante Cuarta Transformación se nos prometió que el régimen jamás amagaría a jueces y magistrados.
Lo dicho por Zaldívar Lelo de la Rea con Ciro Gómez Leyva por la mañana, de que él no incurrió en esas conductas, es decir que no actuó como correa de transmisión del Ejecutivo al interior del Poder Judicial de la Federación desvela una explosiva cuestión: ¿Quién miente, el títere o el titiritero?
De nada le sirve al colérico Zaldívar Lelo de la Rea negar lo que para mucho ya era un secreto a voces: su indigno sometimiento al presidente de México, aunque la Constitución le haya impuesto el deber de independencia.
Fútil, pues, resulta su embestida contra la Barra Mexicana, Colegio de Abobados A.C. a la que acusó de adolecer de autoridad moral para criticarlo en la medida en que no combatió el desafuero de quien hoy controla sus hilos, pues ante el populacho ya ha quedado claro que es un lambiscón.