De acuerdo con el líder nacional de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), José Medina Mora, la cancelación del presupuesto destinado a las licitaciones para el mantenimiento y conservación de carreteras en el país por 111 mil millones de pesos es un duro golpe a la industria de la construcción.
El asunto no es menor, pues según datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) de las 283 actividades económicas que se tienen catalogadas en México 183 están íntimamente ligadas con su desempeño, de ahí la grave repercusión que tendrá en el ingreso de las empresas constructoras, en su mayoría pequeñas y medianas.
Por desgracia esta no será la única consecuencia que entrañará la decisión de la Secretaría de Hacienda de reservar los 111 mil millones de pesos originalmente presupuestados para mantener la red carretera, sino que impactará negativamente en la calidad y seguridad del transporte, con efectos negativos en el turismo doméstico que suele desplazarse por tierra y que, grosso modo, representa el 82% del valor económico de la actividad turística.
Si en la administración de un hogar hay prioridades, con cuánta más razón las debe haber en las finanzas públicas de un país. Gobernar no es un juego, es una alta responsabilidad que entraña acometer la política fiscal con rigor y disciplina, advirtiendo los alcances y las capacidades presupuestales.
Sin embargo, éste Gobierno, que ofreció frugalidad en la conducción del gasto, parece terminar su gestión económica de la peor manera, envuelta en un mayúsculo desorden. Ojala y no sea tarde para que el presidente y sus funcionarios entiendan que no se puede gastar más de lo que se recauda, que es demencial querer financiar un gobierno con deuda.
En los setenta, otro López nos llevó al precipicio, su megalomanía —que solo rivalizó con su narcisismo— nos arrastró a una gran crisis financiera de la que tardamos décadas en salir. Tras la embriaguez ocasionada por el sobreendeudamiento, ya en el fondo del pozo, al Gobierno de José López Portillo y Pacheco le pasó lo del dicho popular: “debo no niego, pago no tengo”, lesionando irremisiblemente el crédito nacional.
En su libro “La economía presidencial”, Gabriel Zaid consignó que “el desastre económico de México no se debe a la adversidad”, sino al gigantismo que “concentra todos los recursos del país bajo la voluntad de un solo hombre”, el presidente de la República. ¡Cuánta razón sigue teniendo!
De momento casi nueve mil empresas constructoras en el país y poco más de 270 en la entidad oaxaqueña verán caer sus ingresos con la consecuente pérdida de puestos de trabajo ante la cancelación de las licitaciones que ya habían sido asignadas.
No me lo tomen a mal, pero el daño será cuantioso y alcanzará a los indicadores de la industria que para México representa el 7 por ciento del PIB y genera casi 4.5 millones de empleos. ¡Al tiempo!