* López Obrador y Salomón no tienen derecho ni pueden darse el lujo de fallar en su encomienda constitucional. La izquierda no había tenido oportunidad de gobernar, hoy la tiene.
* Si bien es cierto que el viejo PRI contribuyó a construir las instituciones nacionales de México, no es menos cierto que el nuevo PRI de Peña Nieto las destruyó por soberbia y corrupción.
Prendida de alfileres, hoy más que nunca, la gobernabilidad por el avasallante triunfo del abstencionismo, el Gobierno de Salomón Jara deberá legitimarse, mediante la Gobernanza.
Debe traducir en hechos las promesas de campaña: gobernar obedeciendo con funcionarios locales, combatir la corrupción, cero nepotismo, amiguismo y compadrazgo, y “No les fallaré”.
La simple paridad en los miembros del gabinete legal y ampliado no basta para garantizar por sí misma la eficiencia y eficacia necesarias, si estos no cuentan con el perfil y experiencia probada.
La mayor incógnita y reto sigue siendo con quiénes gobernará el Gobernador de la tercera alternancia, porque varias de las tribus, como la Sosa Nostra le jugaron abiertamente las contras.
Además, Salomón y sus colaboradores más cercanos provienen del Gobierno fallido de la primera alternancia, encabezada por Gabino Cué, defenestrado por el propio Presidente López Obrador.
Sus promesas de campaña son las mismas de Gabino Cué y de Andrés Manuel López Obrador. Uno y otro falló y falla a los oaxaqueños y mexicanos, respectivamente, a la luz de los hechos y datos.
Así como estamos convencidos que a lo largo de la vida, la propia vida y el amor nacen y mueren todos los días, en política, la esperanza de los mexicanos nace y renace cada tres y seis años.
Al margen que cada gobernante y representante popular, es único e irrepetible, como todo ser humano, seguimos esperando que quienes arriben al poder sean mejores que sus antecesores.
Durante casi medio siglo, a partir de Luis Echeverría, los mexicanos hemos estado esperanzados que el nuevo Presidente de la República enmendara los errores de los gobiernos anteriores.
La inmensa mayoría de los 120 millones de mexicanos y oaxaqueños somos hijos de las crisis recurrentes estalladas por el populismo echeverrista y el neoliberalismo de los tecnócratas.
Para no perder la perspectiva histórica, no hay que olvidar que la política tercermundista socializante de Echeverría provocó la primera devaluación hasta la actual no reconocida de AMLO.
Las amplias y crecientes redes de corrupción que pudrieron la vida nacional trajeron consigo el cada vez mayor saqueo del dinero público, pero también de la riqueza de los recursos del país.
Con todo y ser grave per se la escandalosa corrupción, el mayor problema ha sido la total impunidad en la que disfrutan su riqueza mal habida, los grandes saqueadores de México.
El aplastante triunfo presidencial de Andrés Manuel López Obrador hizo renacer, otra vez, la esperanza de cambio y mejoría de México y de los mexicanos, especialmente de los pobres.
El Presidente y el nuevo Gobernador no tienen derecho ni se pueden dar el lujo de fallar en su encomienda constitucional. La izquierda no había tenido oportunidad de gobernar, hoy la tiene.
Si bien es cierto que, particularmente, el viejo PRI contribuyó a construir las instituciones nacionales de México, no es menos cierto que el nuevo PRI las destruyó por soberbia y corrupción.
Lo mismo hicieron los presidentes del Partido Acción Nacional durante la docena trágica. Ni Vicente Fox ni Felipe de Jesús Calderón Hinojosa quisieron corregir los excesos y abusos del PRI.
Por su desmedida ambición, resultaron más corruptos que los priistas y detonaron la brutal inseguridad y violencia al aliarse con algunos cárteles del narcotráfico y combatir a sus enemigos.
La corrupción e impunidad ha sido la columna vertebral de la “mafia del poder” del PRI y del PAN, pero también el paternalismo, asistencialismo y clientelismo, error último en el que incurre AMLO.
Bienvenida la atención prioritaria a los millones de pobres, sobre todo, indígenas, pero exigiendo y garantizando corresponsabilidad, para hacerles agentes de su propio cambio social, sin dádivas.
Bienvenido el combate a la corrupción y la atención prioritaria a los millones de pobres, sobre todo, indígenas, pero exigiendo corresponsabilidad, para evitar el clientelismo, mediante dádivas.
Hay, empero, signos ominosos sobre riesgos peligrosos como el alineamiento de AMLO al Pacto de Sao Paulo, con el dictador Nicolás Maduro y los socialistas Evo Morales y Miguel Díaz-Canel.
La noche del 2 de julio de 2000, Vicente Fox Quesada escuchó a una multitud frenética festejar la derrota del PRI-gobierno. Transcurrieron 70 largos años para la primera alternancia presidencial.
La euforia de los reunidos en el Ángel de la Independencia estalló en un grito estentóreo: “¡No nos falles!”. El sexenio de Fox es hoy recordado, por la corrupción, disparates y frívolos desplantes.
Para los observadores y analistas políticos ello era insólito. Llamó poderosamente la atención que la primera alternancia presidencial era una auténtica revolución de terciopelo jamás imaginada.
La misma escena multitudinaria, con el mismo grito: “¡No nos falles!”, se repitió la noche del domingo 4 de julio de 2010 en la entonces Fuente de las 7 Regiones, en la capital oaxaqueña.
Después que le robaran el triunfo durante su primera campaña a la Gobernación, Gabino Cué derrotó al PRI-gobierno con la coalición de derecha e izquierda, conformada por el PAN y el PRD.
Gabino llegó precedido de la derrota del PRI, por segunda ocasión, en la alcaldía capitalina. La primera alternancia fue de Pablo Arnaud al derrotar a David Palacios, tío de Diódoro Carrasco.
Pese a arribar con el mayor bono democrático de la historia nacional y estatal, Vicente Fox y AMLO, y Gabino Cué fallaron y fallan a los mexicanos y a los oaxaqueños, respectivamente.
Prometieron y se comprometieron a luchar contra la corrupción. Juraron y perjuraron meter a la cárcel a los corruptos. No lo hicieron y se convirtieron en los peores saqueadores de México y Oaxaca.
Sus familiares, amigos, compadres y socios, todos ellos cómplices, resultaron peores que los anteriores presidentes y gobernadores. Fox, Marta Sahagún y sus hijos Manuel y Jorge Alberto Bribiesca, y AMLO con sus hermanos y familiares.
Con Gabino los grandes saqueadores de Oaxaca son su ex cuñado Manuel Ramírez Tenorio y el primo de este último Germán Tenorio, el vicegobernador Jorge Castillo, Alberto Vargas y Netzahualcóyotl Salvatierra, entre otros.
Pero la campaña y el sabor del triunfo de Gabino Cué que, por cierto, fue festejado con el mismo grito a Vicente Fox de “¡No nos falles!”, es hoy ya un amargo recuerdo no tan lejano.
A propósito del mensaje de toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador, no podemos menos que recordar el incumplimiento de esta promesa y compromiso gubernamental
Guardadas las debidas proporciones con Vicente Fox y Gabino Cué desde ya expresamos nuestro fundado temor que al igual que López Obrador Salomón Jara Cruz nos falle a los oaxaqueños.
Clamamos al Cielo que el protagonista de la tercera alternancia en Oaxaca, no nos falle. La izquierda ha reclamado llegar al poder, ahora lo tiene, exijamos que no nos falle.
alfredo_daguilar@hotmail.com
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